| Dru Falco

Casa Gives Back at Mission:Wolf

A group of Casa de la Esperanza students, parents, and instructors pose by the Mission: Wolf sign

Escrito en español más abajo. Written by Cottonwood Institute instructor M Tormasi.

As the summer solstice neared, Cottonwood Institute instructors excitedly met up with folks from Casa de la Esperanza in Longmont. The camping trip ahead would include a no-lights-allowed night hike, a service project, and even meeting rescued wolves up close and personal. That’s right: we were embarking on the annual trip to Mission:Wolf, the wolf sanctuary just east of the Sangre De Cristo mountain range.

 

Upon arriving, we piled out of the van and were given our first tour of the sanctuary. Everyone was filled with anticipation, hoping to spot one of the wolves from afar. The wolves had just had a big feed – meaning they were napping and digesting in the afternoon sun. To our luck, we spotted a few sleeping beauties out in the distance, enjoying the shade of the trees within their enclosures. As afternoon storm clouds were slowly approaching, we made the decision to prepare our campsite sooner than later.

 

Several students took on the challenge to create a tarp shelter for our kitchen area, and thanks to their success, we were able to cook and eat with no worries of rain for the duration of our trip! After sharing our first dinner together and watching the sun set, we donned our warm jackets and prepared for one of Erin’s legendary night hikes. Allowing our eyes to adjust to the darkness, we kept our headlamps turned off and walked uphill to a better viewing area. Just several hundred yards from camp, we were rewarded with an expansive view of the night sky. Conveniently, the afternoon clouds had continued rolling on, offering us a perfect opportunity for star gazing without the pollution of city lights. We sat on the ground together, grateful for the feeling of time slowing down.
Students and parents roast smores by the fire at Mission: Wolf
The next morning we had an early wake up call so that we could nourish our bodies with a delicious breakfast before participating in a service project. After the main course and some conchas, we returned to the sanctuary to meet their volunteers. We were given the task of sanding and painting new fences for future wolf enclosures. Excitedly, everyone got to work – who knew sanding and painting could be so fun? Several of the students took on an even more difficult project – perfectly leveling a slope for a future accessibility ramp. And by golly, they did it. Our entire group felt incredibly accomplished and proud that we had given something back to the sanctuary. Knowing we could support the strength of future enclosures and increase accessibility for visitors to come was rewarding in its own right – but the true reward would come after dinner.

 

After some afternoon games and burrito bowls, the time had come to meet a few of the rescued wolves. We were given excellent instruction by Mission:Wolf’s co-founder Kent on how to interact with the wolves. Despite our group having some very young members, they trusted us to stay quiet and respectfully pet the wolves under their chins if they chose to approach us. Making eye contact and touching noses with wolves Cephira and Flash was yet another special moment frozen in time for everyone.

 

With a long day of volunteering, playing, and discovering behind us, we ended our second evening with a ceremonial campfire. As marshmallows were passed around our circle, everyone shared their sweetest memory of our trip together, which is always a heart-warming activity. We expressed gratitude for the many laughs and successes we shared, and warmed our bellies with delicious smores. Folks slowly trickled to bed, and eventually, our small campfire burned to ash.

 

Visiting Mission:Wolf allowed everyone some solace from the city, the chance to learn about big picture ecology, and most importantly, opportunity for connection to each other and the natural world. The instructors at Cottonwood Institute were so grateful to have spent this time with our friends at Casa de la Esperanza – memories of a starry sky, a crackling campfire, and the urge to quickly brush our teeth after wolf kisses will live in our hearts for years to come.

 

If you want other students to experience a program like this, consider making a donation to Cottonwood!

 

Casa students play a game.
Cuando se acercaba el solsticio de verano, los instructores del Instituto Cottonwood se reunieron con la gente de la Casa de la Esperanza de Longmont. El viaje de acampada que nos esperaba incluiría una excursión nocturna sin luz, un proyecto de servicio e incluso conocer de cerca a lobos rescatados. Así es: nos embarcábamos en el viaje anual a Mission:Wolf, el santuario de lobos al este de la cordillera Sangre de Cristo.

 

Al llegar, bajamos de la furgoneta y nos dieron la primera visita guiada del santuario. Todo el mundo estaba expectante, con la esperanza de ver a uno de los lobos desde lejos. Los lobos acababan de alimentarse, es decir, estaban durmiendo la siesta y haciendo la digestión al sol de la tarde. Para nuestra suerte, vimos algunos bellos durmientes a lo lejos, disfrutando de la sombra de los árboles de sus recintos. Como las nubes de tormenta de la tarde se acercaban lentamente, tomamos la decisión de preparar nuestro campamento cuanto antes.

 

Varios estudiantes aceptaron el reto de crear un refugio de lona plastificada para nuestra zona de cocina y, gracias a su éxito, pudimos cocinar y comer sin preocuparnos por la lluvia durante todo el viaje. Después de compartir nuestra primera cena juntos y ver la puesta de sol, nos pusimos nuestras chaquetas y nos preparamos para una de las legendarias caminatas nocturnas de Erin. Dejamos que nuestros ojos se adaptaran a la oscuridad, apagamos las linternas frontales y caminamos cuesta arriba hasta una zona con mejores vistas. A sólo unos cientos de metros del campamento, fuimos recompensados con una amplia vista del cielo nocturno. Convenientemente, las nubes de la tarde habían seguido avanzando, ofreciéndonos una oportunidad perfecta para contemplar las estrellas sin la contaminación de las luces de la ciudad. Nos sentamos juntos en el suelo, agradecidos por la sensación de que el tiempo se ralentizaba.

 

Casa students give back by volunteering at Mission WolfA la mañana siguiente nos levantamos temprano para poder nutrir nuestros cuerpos con un delicioso desayuno antes de participar en un proyecto de servicio. Tras el plato principal y unas conchas, volvimos al santuario para reunirnos con sus voluntarios. Se nos encomendó la tarea de lijar y pintar nuevas vallas para los futuros recintos de los lobos. Entusiasmados, todos nos pusimos manos a la obra: ¿quién iba a decir que lijar y pintar podía ser tan divertido? Varios de los alumnos se encargaron de un proyecto aún más difícil: nivelar perfectamente una pendiente para una futura rampa de accesibilidad. Y vaya si lo consiguieron. Todo el grupo se sintió increíblemente realizado y orgulloso de haber devuelto algo al santuario. Saber que podíamos reforzar los recintos futuros y aumentar la accesibilidad para los visitantes era gratificante por sí mismo, pero la verdadera recompensa llegaría después de la cena.

 

Después de juegos de la tarde y una cena de bowls de burrito, llegó el momento de conocer a algunos de los lobos rescatados. El cofundador de Mission:Wolf, Kent, nos dio excelentes instrucciones sobre cómo interactuar con los lobos. A pesar de que nuestro grupo contaba con algunos miembros muy jóvenes, confiaron en nosotros para que guardáramos silencio y acariciáramos respetuosamente a los lobos bajo la barbilla si decidían acercarse a nosotros. Hacer contacto visual y tocar las narices con los lobos Cephira y Flash fue otro momento especial congelado en el tiempo para todos.

 

Tras un largo día de voluntariado, juegos y descubrimientos, terminamos la segunda noche con una fogata ceremonial. Mientras nos repartimos malvaviscos, todos compartimos nuestros mejores recuerdos del viaje, una actividad siempre reconfortante. Expresamos nuestra gratitud por las muchas risas y éxitos compartidos, y calentamos el estómago con deliciosos smores. La gente se fue acostando poco a poco y, finalmente, nuestra pequeña hoguera se redujo a cenizas.

 

Visitar Mission:Wolf nos permitió a todos descansar de la ciudad, aprender sobre ecología y, lo que es más importante, conectarnos entre nosotros y con la naturaleza. Los instructores del Instituto Cottonwood estamos muy agradecidos de haber pasado este tiempo con nuestros amigos de la Casa de la Esperanza: los recuerdos de un cielo estrellado, una hoguera crepitante y las ganas de lavarnos los dientes rápidamente después de los besos de lobo perdurarán en nuestros corazones durante años.

 

Si quieres que otros estudiantes experimenten un programa como éste, ¡considera hacer una donación a Cottonwood!

Categories: Casa de la Esperanza

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